Más allá de la reflexión sobre el libro o la persona que impartirá el taller, lo cierto es que son actividades complementarias. Sin embargo hay algunas diferencias que vamos a tratar de enumerar:
La principal es que en el taller el acercamiento al tema se hace con todo el cuerpo y no solo intelectualmente. En un taller “ideal” deberían darse las condiciones para que los contenidos nos lleguen por distintas vías: emocional, creativa, corporal… Aunque sea una exageración, pero los contenidos casi deberíamos poder tocarlos con las manos. (Si únicamente hay teoría y esta no se pone en práctica poco nos quedará al final)
Aunque ningún taller sea la vida real, debería convertirse es un espacio que nos permita observarnos en nuestra situación actual. Dejemos en la puerta de la entrada nuestras altas defensas y permitámonos un cierto grado de apertura.
Tal vez lo parezca pero no estaremos allí por casualidad (aunque es probable que así lo creamos). Coincidirá con el momento en el que andábamos buscando una transformación. Lo que aparece fuera tiene mucho que ver con lo que vivimos dentro.
En un taller (añadamos lo de ideal) podemos tener la sensación de estar acompañados, de no caminar solos. Compartiendo con otras muchas personas y por tanto también es un marco inmejorable para continuar aprendiendo.
Allí podremos confirmar que no existen recetas universales. Lo que funciona con uno no lo hará con otro, porque no todos somos iguales.
La ayuda nos llegará sólo hasta el punto en que lo permitamos. Debemos saber que ningún buen terapeuta ayuda a quien no quiere ser ayudado. Por tanto si no ponemos algo de nuestra parte poco podrá suceder.
Cuando sintonizamos con alguien que nos descubre algo nuevo, es porque de alguna manera esa información ya la teníamos dentro. Lo que admiramos fuera parece ser que también está en nuestro interior. (Eso mismo vale también para lo que detestamos)
El taller (y quizás esto sea lo más importante) puede ser la semilla que de inicio a un proceso o camino. Es la siembra de la semilla que habrá que regar y cuidar para que se transforme con el tiempo en lo que tenía que ser.
Queda claro que ninguna de las cosas que hemos dicho son incompatibles con un buen libro.