Había un edificio abandonado en el que las ratas campaban a sus anchas y los encargados que debían iniciar unas obras de restauración decidieron matarlas. Una noche diseminaron raticida y a la mañana siguiente el veneno había desaparecido: la ratas se lo habían comido.
Se procedió durante muchos días con dosis de veneno mucho más potente y letal. Pero el resultado siempre era el mismo, la ratas devoraban el veneno. Entonces se decidió emplear las viejas trampas de resorte utilizando suculentos trozos de queso como cebo. Sin embargo las ratas no tocaron el queso.
Uno de los cazadores de ratas tuvo la siguiente inspiración: puso las mismas trampas de resorte, pero espolvoreo el queso con el veneno. Pensó que tal vez la ratas habían desarrollado un gusto por el veneno. Al día siguiente todas las trampas contenían una saludable y fuerte rata atrapada.
Las mejores fábulas se extraen de la vida real. No son productos de la fantasía destinados únicamente a divertir y entretener. Las fábulas nos muestran cosas relacionadas con la comunidad y con nuestros procesos mentales. Idries Shah.