“Cuando era joven descubrí que el dedo gordo siempre acaba haciendo un agujero en el calcetín. Así que dejé de ponerme calcetines”.
Es verdad, Einstein odiaba los calcetines. Su secretaria, Helen Dukas, contaba: “El profesor nunca se pone calcetines. No se los puso ni cuando fue invitado por Roosevelt a la Casa Blanca”.
“Dios no juega a los dados”.
Así es como Einstein expresaba su desprecio por el hecho de que la mecánica cuántica solo se ocupa de probabilidades, no de predicciones exactas. De hecho, en una conferencia de 1927 en Bruselas, Einstein repitió esta cita con tanta frecuencia que los demás físicos se cansaron de ella, como recordaría más tarde el físico teórico alemán Werner Heisenberg.
“No sé [qué armas se usarán en la Tercera Guerra Mundial]. Pero puedo decirle cuáles se usarán en la cuarta: ¡piedras!”
Einstein dijo esta ocurrencia en una entrevista, pero es posible que no fuese el primero que la tuvo. Unas referencias anteriores atribuyen una cita parecida a un oficial del Ejército desconocido.
“No te preocupes por tus problemas con las matemáticas, te puedo asegurar que los míos son mayores”.
Einstein lo dijo, y la cita se interpreta a menudo como una discreta admonición a sus colegas a los que les dice que, sean cuales sean sus dificultades, las suyas son peores. Lo cierto es que Einstein escribió estas líneas en una carta a una niña llamada Barbara Lee Wilson, en respuesta a la carta que ella le envió.
“La ciencia sin religión está coja y la religión sin ciencia está ciega”.
Es sin duda una cita de Einstein en la que mostraba su inclinación espiritual en una declaración que realizó en un simposio de 1940 en Nueva York, sobre el tema de cómo la ciencia, la filosofía y la religión pueden sustentar y promover la democracia. Aunque Einstein no profesaba ninguna religión concreta, sentía una veneración divina por el orden de la naturaleza, como lo demuestran sus numerosos aforismos espirituales.
“La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado y la imaginación circunda el mundo”.
Einstein dijo esto en una larga entrevista con George Sylvester Viereck en The Saturday Evening Post en 1926. Sin embargo, es posible que Viereck exagerase al describir a Einstein. También escribió: “Garabateé una frase aquí y allá, pero después mis notas eran tan difíciles de entender como el fantástico mecanismo de un sueño”.
“Todo el mundo tiene que sacrificarse de vez en cuando en el altar de la estupidez”.
Parece que esta frase de aceptación de uno mismo tenga que ser de algún libro de autoayuda, pero, en realidad, Einstein escribió estas palabras a su amigo y colega físico Max Born el 9 de septiembre de 1920 arrepintiéndose de un artículo de periódico en el que insultaba a Philipp Lenard, un físico alemán nazi, que pedía que se rechazase a los “físicos judíos”.
Fuente: El País