
Esta es la enigmática y contradictoria frase con la que fue recibido. Inmediatamente se quitó las lentes, su dentadura postiza y su reloj de pulsera. No quería ver ni hacer y renunció al control del tiempo. Incluso su DNI -identidad- y su tarjeta sanitaria pasaron a estar desde entonces en otras manos.
Había entrado en la casa XII (Cualquier lugar donde la sociedad esconde lo que no considera aceptable: la vejez, la enfermedad, los procesos terminales, etc.)
¿Qué podía hacer si incluso los médicos no le preguntaban directamente? Otros eran los encargados de gestionar las respuestas. En aquel limbo en el que se encontraba, con el tiempo detenido, desconocía si existía la puerta de salida.
-¡No quiero vivir de esta manera! -gritaba con fuerza sobrehumana. Lamentablemente allí las palabras no tenían peso y se evaporaban en el mismo instante que salían de su boca.