
Un ladrón entra en la miserable cabaña de Mulla Nasrudin. Encuentra muy pocas cosas que valgan algo. Se las lleva. Nasrudin, que estaba escondido bajo la cama, después de observar toda la operación, sigue al ladrón hasta su casa y ahí le dice con amabilidad:
-Te agradezco de haber adoptado a mis pobres objetos. Ahora mismo voy a ir a buscar a mi familia, mujer y diez hijos, para que vengan a aprovechar tu generosa hospitalidad.
CONCIENCIA
Alejandro Jodorowsky: Este chiste me hace pensar en una frase de Gurdjieff: «Te ofrecen una pequeña verdad para venderte una gran mentira». Cuando uno absorbe una verdad de un Maestro, puede absorber también todos sus errores. Las personas «normales», que funcionan con sólo una mitad de su cerebro, la que utiliza el razonamiento lógico, se llenan de conceptos, nombres y símbolos, creyendo haber encontrado la verdad, pero le cae encima el peso de los acontecimientos reales: no saben qué hacer cuando de golpe se enamoran, cuando la llamada sexual los aloca, cuando la angustia económica les afecta las vías respiratorias. En el chiste de Nasrudin podemos adoptar como héroe al ladrón y verlo como un buscador de la Verdad. Entra en un a cofradía esotérica y encuentra pequeñas verdades. Decepcionado se da cuenta que la Verdad no se busca, sino que se recibe. Abre los brazos y, cesando de rechazar, analizar, codiciar, buscar poderes, acepta al mundo completo. Khalil Gibran, en «El Profeta», dice: «Cuando el Amor te llama, síguelo, y cuando sus alas te envuelvan, entrégate. No digas «Dios está en mi corazón», sino más bien «Yo estoy en el corazón de Dios».»