Para los alquimistas, la pareja perfecta era aquella en la que los intelectos, los corazones, la sexualidad creativa y la vida material estaban en total armonía, formando dos conciencias que compartían un mismo proyecto.
La vida en pareja no perdura en el tiempo si no hay un proyecto común ya que sus dos miembros acaban destruyéndose. Una pareja que pretenda perdurar puede hacerlo si se convierten en padres, con la misión común de acompañar el crecimiento de sus hijos. O bien, si la pareja no puede o no quiere procrear, proyectándose en una obra o tarea en común artística, económica, política, práctica o espiritual. Este trabajo se convierte en el anclaje de la familia.
Una pareja que no tiene ningún proyecto común es como una escuela sin niños, algo sin futuro.
Una bandera útil para cualquier pareja es aquella que muestra su finalidad compartida.