La familia es como una novela que tiene un desarrollo que se extiende a lo largo de diferentes generaciones, con capítulos variados en contenido y extensión. “Novela” viene de nuevo, tal vez para recordarnos que cada familia es un universo diferente.
Difícilmente las podremos clasificar por géneros: aventuras, bélicas, dramáticas, humor, románticas, de novela negra, etc. Es probable que si investigamos en el interior de la nuestra encontremos un poco de todo y también que muchas veces la realidad supere a la ficción más desbocada.
En todas encontraremos tramas complejas, la familia es como la propia vida. Cuando desaparece un personaje importante (por muerte, divorcio, emigración, etc.) afectará en mayor o menor grado a todos sus integrantes y obligará a cambiar o alterar las alianzas para alcanzar un nuevo equilibrio.
En su interior, junto a elementos sublimes, encontraremos también envidias, odios, pasiones, rencillas, etc. Los mayores disparates están acompañados siempre por sus correspondientes justificaciones. Cualquier cosa es posible en el interior de este “caldero” en ebullición que llamamos familia…
Sin unos cimientos de sustentación ningún edificio se mantendría en pie, de ahí que se diga que sin raíces no hay alas. Por tanto, con independencia de nuestras bases, no podemos quedarnos anclados en el nido familiar olvidando que debemos volar hacia el mundo, hacia nuestro particular destino.
Creer que la familia (o el mundo) nos tratará bien por ser buenas personas -parafraseando a Bruce Lee- es como pensar que un tigre dejará de atacarnos por ser vegetarianos.