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Raúl Durán Sánchez: Ayer tomamos parte en un taller grupal en Málaga con Alejandro Jodorowsky. El animal cósmico ablandó nuestros prominentes egos a base de una desidentificación brutal: Yo no soy mi nombre, no soy mi sexo, no soy mi nacionalidad, no soy mi cuerpo.

-¿Quién coño soy yo? ¿Estaré muerto? – gritaba mi ego desde el patio de butacas, fila ocho.

-”Permite que el vacío se exprese en ti.”- Contestaba mi doble.

Cuéntale a alguien que no conozcas tu vida, en cinco minutos. Mejor aún, en dos. Es asombroso cómo se puede relatar toda una vida en pocos segundos.

Seamos un egregor. ¡Seamos Uno! Cojámonos de los meñiques. La puntita nada más, nada de orgías. ¡Siéntanse uno!

Díganme: ¿Cuál es su finalidad en la vida? Piénsenlo un rato. Sean generosos, tómense su tiempo. La respuesta es sencilla, aunque difícil de hallar: Para el intelecto, conocerlo todo. Para el corazón, unirse a todo. Para el centro sexual creativo, crear, crear, sin límite. Para el cuerpo, vivir para siempre. Nuestro objetivo es la inmortalidad.

Nuestra finalidad, por otro lado es, es conseguir todo aquello que no tuvimos en nuestra familia de origen.Así, sin más.

Alejandro domó nuestra salvaje mente a fuerza de corazón sincero. A nuestro infantil corazón, a base de creatividad artística divina. A nuestro sexo adolescente y pajillero, a base de inteligencia serena y lúcida, y a nuestro cuerpo ponzoñoso y febril, a base de emoción canalizada de manera adulta. De esta forma, nuestros cuatro centros básicos quedan en equilibrio. De otra forma, son como el perro del que cada una de sus cuatro patas tira para un lado. No avanza pues.

La sinceridad de un artista consciente de ochenta y cuatro años, llega a su culminación cuando se desnuda sin pudor ante los participantes. Saca a su esposa Pascale al escenario. No estaba previsto. Ella se emociona al expresar su amor por él. El amor no tiene edad, no es más que la moral restrictiva impuesta por una sociedad estúpida y más ciega que un topo. Hagamos caso a lo que sentimos de manera honesta. Si nos equivocamos, al menos, habremos tenido la experiencia. De otra forma, no la tendremos. Es por eso que entre hacer y no hacer, siempre hacer.

Mujeres y hombres y vicerversa. No estoy hablando del programa de Telecinco, tranquilos. Estoy hablando de la comunión hombre y mujer. AM-OR. Los hombres a un lado del teatro. Las mujeres a otro. Díganse ahora todo lo que tengan que decirse, insúltense, llámense lo que quieran. Libérense. Al final, surge la unión, que disipa toda ilusión de separación. Surge la verdad. Para rematar, un matrimonio oficiado por el propio Jodorowsky. Bendecimos a la feliz pareja. ¡Albricias, albricias!

Despertemos. Nos pasamos la vida sentados sobre un saco de pimientos secos, muy picantes. Nos los comemos. No porque nos gusten, sino porque los hemos comprado. Nos han costado un precio. Ha sido una inversión.Pero no nos comemos los pimientos. Nos comemos la inversión, su precio. He invertido tanto… Y así nos va. Seguimos con la misma pareja a la que no quiero. Cómete un pimiento. En el mismo trabajo que no aguanto. Cómete un pimiento. Manteniendo amistades que no me aportan nada. Cómete otro pimiento.

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Y para finalizar, adjunto una foto de mi mano derecha firmada por Jodorowsky. Cuando se la ofrecía para que la firmara, me gritó, de manera teatral: “¡Cuánto honor!, Te pongo la firma cortita…”

“El honor ha sido mío”- respondí.

© Raúl Durán Sánchez

Fuente: BioNeuroEmoción© Andalucía