
La mayoría de los mortales podemos relacionarnos, incluso con nuestros hijos, y no conocernos nunca, no entrar en relación auténtica.
Eso deja sensación de vacío.
Yo creo que las relaciones reales te arrollan y que son bastante incómodas. Con tus hijos la mayor parte del tiempo simplemente los gestionas: “vístete”, “estudia”, “vamos aquí, allá…” Y de vez en cuando tienes alguna experiencia en la que hay algo genuino entre ellos y tú.
Entender que los otros no son meros comparsas, ¿es la madurez?
Creo que el sufrir marca una diferencia muy grande. Los jóvenes que han pasado por una enfermedad grave son diferentes. La enfermedad te sitúa en un mundo al que la mayoría de gente no llega hasta los 60 o 70 años.
Muchos intelectuales son un ombligo con patas.
Al trabajar en la universidad conozco a bastantes. Las personas que filosofan sobre la moral suelen ser grandes egoístas que engañan a sus mujeres o destierran a sus hijos a internados. Llegan a establecer un reino hipotético sobre el que sientan cátedra pero con el que no se comprometen.
¿Cuál es su retrato del momento actual?
Ahora entendemos que una imagen de Stalin en cada casa creó un culto a la personalidad. La manera que tenemos ahora de utilizar la tecnología es irreflexiva, pero lo entenderemos dentro de 50 años.
Cuando miremos atrás y veamos que un individuo de reality show acabó de presidente de EE.UU., nos parecerá una locura.
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Breve extracto de una entrevista con Zadie Smith, escritora y ensayista en La Contra de La Vanguardia