Se trata del desequilibrio entre lo que cada uno da al otro, que contamina la atmósfera de la pareja (deudor y acreedor) con quejas, reproches y “ajustes de cuenta”.
Imaginemos que un miembro aporta significativamente más en el plano material que el otro. Este desequilibrio engrandece al “acreedor”. La deuda crea derechos y privilegios en su beneficio, mientras el deudor se minimiza y lucha por complacer en otros planos todo lo que no ha podido subsanar en la esfera económica.
Otros ejemplos: él ha dedicado muchísimo tiempo a cuidarla, ella le presta algo muy valioso, él da su apellido al hijo que ella tuvo de soltera, etc.
Desde la conciencia, podemos restablecer el equilibrio con estrategias creativas:
Con un reconocimiento de deuda, concretando la forma de pago de manera consensuada y justa para los dos. “Reconozco que te debo xxxx y te lo pagaré cuando xxxx, materializado en xxxxxx”.
Cuando se trata de algo “impagable”, el deudor expresará, desde el corazón, un sincero agradecimiento al acreedor. “Te reconozco y agradezco profundamente lo que me diste (o me estás dando)”.
El corazón no sabe de cuentas, pero procura no recibir mucho más de lo que das, por si un día la memoria del otro te pasa la factura.
2 Comentarios
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En mi opinión, como la pareja es una unión para crecimiento y acceso a nuevos grados de libertad de sus componentes, cuando se plantee una situación de deudor acreedor hay que eliminarla de raíz, de golpe, sin contemplaciones porque es el enemigo llamado intelecto el que se ha colado entre las razones del corazón, y el corazón no entiende de balances contables.
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Efectivamente Juan, lo que se a metido es la queja y el reproche, no el desequilibrio.