
Convendría evitar que lo que ahora hay afuera, un estado de alarma colectivo, no sea el reflejo de lo que vive dentro de cada uno de nosotros. El motivo es que cualquier estado de alarma interior multiplicará exponencialmente todos nuestros miedos.
El miedo provoca parálisis, bloqueos y bajada de defensas de nuestro sistema inmunitario entre otras cosas. Además de ser una emoción que se contagia rápidamente y que en estos momentos circula absolutamente descontrolada.
¿Construiremos un refugio atómico dentro de nuestra propia casa? ¿Buscaremos un lugar seguro debajo de las mil corazas que vamos a levantar entre cada uno de nosotros? ¿Consideraremos como un potencial enemigo a cualquier otro ser humano?
Sólo desde el equilibrio interior podremos luchar con todas nuestras armas y recursos, que son bastante más de los que imaginamos. Al miedo, como al enemigo, es mejor conocerlo, tomar conciencia de su realidad para que no nos domine.
Recordemos que en lo que pongamos la atención aquello crecerá. Por tanto al miedo podríamos probar a retirarle toda la comida que le estamos suministrando. Cortemos de raíz con lo que lo alimenta..
Tampoco se trata de apartarse de la realidad, esta es la que es. Sin embargo al igual que somos capaces de apartarnos de aquello que no nos sienta bien, alejarnos de los «vendedores de miedos» podría ser una primera medida.
Iluminar nuestros miedos, algunos de los cuales arrastramos desde nuestra infancia, nos hará crecer. Haremos aparecer al adulto que llevamos dentro y esa siempre será la mejor noticia.
1 Comentario
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Agradezco esta información. La tomo. Estaré más atenta