“El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”, dijo Buda. Parece que en nuestra sociedad está mal visto llorar, estar triste o mostrar nuestra vulnerabilidad. Que se sobrevalore el bienestar y la felicidad se comprende, pero es paradójico un fenómeno comprobado: la actitud de evitar el dolor y luchar contra él lo transforma en sufrimiento. «Paren el mundo que me quiero bajar», grita Mafalda desde la viñeta.
Todos podemos caer en esta trampa del ansiado mundo sin dolor, pero cuando aparece de forma inflexible y limitante toma el nombre de “síndrome de evitación experiencial. Una personas que padezca este trastorno hablaría así:
1.-Me inundan pensamientos y sentimientos relacionados con el asunto de “estoy mal y tengo que luchar para encontrarme bien”.
2.-Dedico gran parte del día a controlar esos pensamientos y sentimientos.
3.- Siento que hasta que no elimine el malestar no puedo ocuparme de ciertos asuntos cotidianos de mi vida.
4.- Cuando ocurre algo que naturalmente provoca tristeza o enfado, lucho también por no sentir estas emociones.
5.-Parece que consciente o inconscientemente tengo la expectativa de habitar un mundo donde se extermine el malestar y siempre se viva en una ideal estabilidad emocional continuada.
De nuevo Buda con una de sus parábolas, la de los dos dardos, viene a ilustrarnos que la aceptación es el camino contrario al sufrimiento:
Explica que una persona mundana que no conoce la enseñanza de Buda, experimenta una sensación agradable, experimenta una sensación desagradable o una sensación neutra. También un noble discípulo que conoce la enseñanza también experimenta una sensación agradable, una sensación desagradable o una sensación neutra.
Hasta ahí el efecto del primer dardo. ¿Cuál es la diferencia entonces entre un noble discípulo que conoce la enseñanza y una persona que no conoce la enseñanza?
Que hay un segundo dardo que no hiere al noble discípulo y sí a la persona mundana, quizás esta que hablamos que padece el síndrome de evitación expereriencial.
Pero escuchémoslo con las palabras de Buda: “Cuando una persona mundana que no conoce la enseñanza es tocada por una sensación dolorosa, se inquieta y aflige, se lamenta, se golpea el pecho y llora y está muy turbada. Es como si un hombre fuera traspasado por un dardo y, a continuación del primer impacto, fuera herido por otro dardo. Así, esa persona experimentará las sensaciones causadas por los dos dardos. Ocurre lo mismo con la persona mundana que no conoce la enseñanza; cuando tiene una sensación dolorosa, se inquieta y sufre, se lamenta, golpea el pecho y está muy turbada. Así experimenta dos sensaciones: la corporal y la mental.”
Luchar por la conquista de un mundo sin dolor solo trae más y más sufrimiento a este mundo real en el que vivimos. Después de leer la parábola de Buda nos puede quedar una pregunta en el aire, ¿de verdad podemos decidir que ese segundo dardo pase de largo? Y la respuesta apunta hacia el sí, ayudándonos de un persistente entrenamiento en actitud de atención plena, dando espacio a las sensaciones con aceptación, con mirada compasiva, sin juicio, dejando espacio para que se desplieguen y expresen hasta que pasen. En el fondo, como dijo Yongey Mingyur Rinpoche “la felicidad se reduce a elegir entre el malestar de hacerte consciente de tus aflicciones mentales y el de ser gobernado por ellas”.
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