Obsesionado por la búsqueda del aplauso y la felicitación, investigaba el significado profundo de esta actitud vital. En un libro de poesía encontró la siguiente definición: “La atención acumulada y estancada forma parte de lo que, comúnmente, se conoce como prestigio”.
Desde aquel instante, dejó de creer que la importancia de un individuo estuviera representada sólo por su fama.
Primero buscó las caricias y el aplauso materno. Más tarde, exigió a la sociedad, su segunda madre, premios, medallas y reconocimiento.
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*ÉXITO*
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Visto desde la perspectiva del libro sagrado hindú “El Bhagavad-gita”: “Piensa en la obra y no en su fruto”. El éxito es el triunfo del ser y no el del parecer. Antes que la ganancia, debe existir el amor a la obra, no el amor a sí mismo.
La persona de éxito acepta el cambio, quiere que los otros triunfen, irradia alegría, asume la responsabilidad de sus fracasos, habla de ideas, comparte datos e información, se propone metas y planes de vida, aprende continuamente, sabe perdonar y es agradecida.
Para Facundo Cabral, la persona que hace sólo lo que ama es feliz, porque el que hace lo que ama está benditamente condenado al éxito.
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*FAMA*
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La fama es como el azúcar, la primera cucharada sabe a gloria y si seguimos tomándola para lograr repetirla, unas cuantas cucharadas después nos hará vomitar.
No deberíamos confundir el éxito personal, íntimo y personal, con la fama, un fenómeno superficial y masivo que a menudo no depende nuestro mérito ni en última instancia de nosotros mismos.
La atención acumulada y estancada forma parte de lo que comúnmente conocemos como prestigio y fama.