Evolución de la Conciencia

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En su best seller, “Evolution of Consciousness”, Ed. Prentice Hall, 1991, Robert Ornstein, Profesor en UCLA y Presidente de Institute for the Study of Hunan Knowledge, entre otras obras y actividades, resume que el cerebro humano es un complejo sistema procesador de palabras, como trata de enfatizar la ilustración. Y a mi entender una de las aportaciones más interesantes de este científico al estudio del funcionamiento del cerebro humano es la compartimentación. Como si de un club de fans de una cierta disciplina deportiva se tratara, el cerebro humano funciona gracias a la relación de intercambio de unas unidades básicas que el le llama, de forma muy sugerente, simpletons. En la ilustración son los enanitos con gorro de punta que parecen moverse a su antojo en la maquina a pesar de que sus funciones parecen bien definidas.

Esta idea genial de la compartimentación de facto del cerebro no es reciente, pues muchos neurofisiólogos cerebrales y la han sugerido y trabajan con ella. Y lo que me ha parecido interesante aportar aquí, para discusión en el foro, es la posibilidad de comprender que nuestras reacciones, demasiadas veces incomprensibles para nosotros mismos, pueden deberse a que esta colosal computadora que alojamos bajo la bóveda craneana no sea un perfecto reloj suizo sino algo mucho más caótico, cosa que de la que ya nos damos perfecta cuenta. Aprovecho la afición de la gente de este foro por Gurdjeff, para ponerlo en sus palabras: “Ustedes son muchos, cada uno”. Decía el explorador de la Danza Sagrada, que nos referimos al Ego con demasiada inocencia y desconocimiento, pues no se trata de un solo auto-personaje sino de unos cuantos, cuyo número depende del dramatismo de los condicionamientos grabados en las primeras experiencias socio-culturales y educativas de la infancia. No actuamos de forma única, como llegan a hacer los iniciados o las personas de conocimiento, sino dependiendo de las circunstancias y sus estímulos.

Ese efecto de compartimentación puede explicar muchas cosas, por ejemplo que funcionemos la mayor parte del tiempo como autómatas, que acontecimientos banales para un niño de 6 años nos ponen fuera de control, que recordemos algunas cosas sin importancia y olvidemos las que nos podrían solucionar un momento delicado, que ofrezcamos gratuitos actos de fe a personajes de mala catadura, sin nos detuviésemos a analizarlos con algún detalle. En fin, eso que los psicólogos USA han bautizado como Inteligencia Emocional (como si lo hubieran descubierto ellos) no es más que el resultado de una pugna interior que acaba cediendo la inteligencia a las emociones irracionales. En general hablando reposadamente acerca de un deporte estrella en una tertulia de intelectuales, parecemos todos convencidos de que no se trata más que un gran montaje comercial con más teatro que deporte, pero una vez nos ponemos a ver el partido nos transformamos en el mismo energúmeno burdo y palurdo que tanto hemos criticado.

Y lo más curioso del caso es que del elenco de actores de nuestra propia obra no escogemos inteligentemente cual presentar al exterior o con cual comunicar algo en provecho propio, sino que tal elección se basa en puros impulsos autómatas que tantas veces nos hacen cuando menos hacer el ridículo, sino conducirnos a una pelea callejera. Cuando decimos Yo, yo pienso, yo digo, yo voy a hacer, ¿a qué personaje nos referimos?

La obra de Ornstein recorre la historia evolutiva del cráneo del homínido hasta nuestros días aportando explicaciones acerca del porque de la drástica mutación que cuadruplicó su volumen, del efecto que se produjo cuando el homínido se irguió. Etc. Y por más que me parezca la sugestiva propuesta, gurdjeffiana, de una cuarta conciencia, más un deseo provocado por la necesidad acuciante de volver a casa, que una futura realidad factible, he de admitir que la frase que Giovanni Pappini en su Libro Negro, atribuye a Einstein cuando le pregunta el periodista “Después de tanto reflexionar sobre el origen y realidad del universo en sus trabajos, Maestro, ¿podría hacer un ejercicio de síntesis en tres palabras de lo que ha llegado a comprender usted?”. El sabio de Ulm, se rasca la barbilla y contesta después de un buen rato: “Si, a ver qué le parece: Algo Se Mueve”.

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Juan Trigo

3 comments

  1. Mari Carmen Pérez Martínez

    Y qué hacer entonces??? Es frustrante asistir a tu propia cesión de tu inteligencia, sensatez, tranquilidad, etc…, ante determinadas situaciones estresantes por un trauma de la infancia. Pero desde luego alivia saber que una no es tan imbécil sino que “algo” ocurre en esos momentos. En fin, la tarea es ardua la del esfuerzo de estar cada vez más presente, consciente y poco a poco ir no cediendo….

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