Alejandro Jodorowsky (en la introducción de este libro): Después de haber analizado múltiples árboles genealógicos y de haber visto los estragos causados por la antigua interpretación de los Evangelios -enfermedades físicas y mentales, suicidios, insatisfacción sexual, misoginia, perversiones, guerras-, y pensando que si bien un individuo no puede cambiar el mundo al menos puede comenzar a cambiarlo «Si quieres caminar un kilómetro, primero da un paso”, Tao te king, Lao Tse)», decidí dar una serie de conferencias analizando y comentando los cuatro evangelios (de Mateo, Marcos, Lucas y Juan) para limpiar en cierta forma la manera en que habían sido interpretados (De ahí surgió el libro Evangelios para sanar)…
En esta última época he observado que algunos creyentes, cansados de esas inhibitorias interpretaciones que mantienen como ideal la castidad y la conservación del himen, negando que una mujer de sexualidad satisfecha pueda elevarse a una cima espiritual, suplantaban a una diosa de dimensión cósmica (María) por un homónimo menos virginal (María Magdalena), capaz de satisfacer la parte viril del Mesías, engendrando con él hijos sabios y elevándose a las alturas espirituales a las que las mujeres de hoy se sienten capaces de acceder.
Constatando que este cambio en la mentalidad popular era aprovechado por escritores sin escrúpulos para, desviándolo hacia un esoterismo vulgar y ridículo, enriquecerse, decidí corregir, aumentar y permitir editar otra vez Los Evangelios para sanar. Era necesario demostrar -primera parte de este libro- que los poderes espirituales que se le atribuyen a Magdalena son los de María y que los Evangelios -como se explica en la segunda- ofrecen un método para «cristalizar» el Cristo, es decir, lograr que lo Universal se refleje en lo Individual, convirtiéndolo en Avatar. (En matemáticas, la transformación de un número por la inversión, por ejemplo 21 en 12, es denominado «un avatar».)
Si nos hacemos conscientes, entregándonos a Su voluntad, de que el núcleo central de nuestro espíritu es un avatar del Dios universal, comprenderemos que nada nos separa de la conciencia cósmica. Avatar proviene del sánscrito Avatara, literalmente «descenso», bajada comprendida como la encarnación divina en un individuo. En el fondo, la esencia del mensaje es que, si aceptamos la presencia de un Dios interior, cada uno de nosotros, no sólo Jesús, Krishna o el Dalai Lama, es un Avatar. Una interpretación correcta de los Evangelios, que corresponda a nuestra época, intentará proponer una Moral satisfactoria basada en la salud y la belleza; y enseñar a los que estén listos y prestos a mutar, el sagrado regreso a sí mismos.