“En el punto medio está la virtud”
Dicho popular
Si la virtud está en un punto equidistante entre dos polaridades, ¿cuanto de desvirtuados somos si nos posicionamos en cualquiera de los extremos? ¿Y cómo se aprende y se practica el arte de encontrar esos puntos intermedios?
Por ejemplo, frente a un ataque: entre la pasividad (no hacer nada y tragarnos lo que sentimos por evitar «males mayores») y la agresividad (reaccionar atacando), está la asertividad, defender nuestros derechos, expresar lo que sentimos, marcar límites, decir que “no”, pero sin perjudicar ni enjuiciar al otro.
Entre educar a los hijos con dureza y ser permisivos, está la disciplina amable. Entre depender de los demás insanamente y evitar conectar con ellos por miedo al rechazo, están las relaciones de apego seguras. Entre el perfeccionismo y la dejadez; entre la obsesión por el trabajo y la vagancia; entre la verborrea y el mutismo; entre la alta sensibilidad y la indiferencia… etc.
Quizás el ser conscientes de nuestro yo polarizado activo y admitir que en el otro extremo, otro lado de nuestro yo se posiciona, oculto en la sombra, nos lleve de manera natural a descubrir ese punto intermedio en el que se halla la virtud.