Como afirma Alejandro Jodorowsky: «Al cariño por nuestra pareja vamos a agregarle el cariño por nuestros hijos, por nuestros parientes, por nuestros amigos, por aquellos a los que admiramos, por la humanidad entera, por todos los seres inanimados o vivientes, por ese impensable al que llamamos “Dios”».
En la pareja no hay dueños ni propietarios. La protección mutua y la libertad de cada una de las partes son valores a defender. La pareja puede romperse, si así lo desea uno de sus miembros, en cuyo caso habrá que aceptarlo, deseando lo mejor para el otro en su nueva vida.
La exclusividad emocional dentro de una relación es contradictorio con el enorme corazón humano, capaz de abrazar a la humanidad entera.
El corazón, ni tiene contratos en propiedad ni miente en sus afectos.
Parejas Sin Fin