El profeta inculto

El profeta inculto

En ese gran baile, el salón estaba a reventar. Cada cual hablaba del tema que le parecía más importante: los cazadores de sus presas, los militares de sus medallas, las ancianas de sus enfermedades, los comerciantes de la crisis, los jóvenes del sexo, los gordos de la comida, y muchos jugadores de sus pérdidas en el Casino. El salón, de tan antiguo, y por haber soportado sin cesar reuniones de esa envergadura, tenía los cimientos gastados. De vez en cuando, a manera de queja, emitía crujidos. Ningún invitado quería tomarlo en cuenta: la idea del derrumbe les parecía impertinencia y la expulsaban de sus mentes. Un campesino que por ahí pasaba comprendió lo que iba a suceder. Como no lo dejaron entrar, escribió en un papel: «¡Kuidado, ba ha kaerce el zalón!» y lanzó su advertencia por una ventana. Los comensales recogieron el volante y estallaron en carcajadas: «¡Escribe cuidado con ka!», «¡Y salón con zeta!», «¡Jáa, este bruto tiene mala ortografía!»… De pronto cedieron las vigas y el techo cayó sobre amos y criados, aplastándolos. El humilde profeta, con un trozo de tiza, escribió en un pedazo de muro: «¡Ze los hadbertí!»… Ya nadie tenía dientes para reírse de sus faltas de ortografía.

Alejandro Jodorowsky