Érase una vez un niño que vivía en medio de una tormenta de juicios demoledores. Soñaba despierto con inventar un paraguas mágico que al abrirlo, lo protegiera de las críticas haciéndolo invisible. Tanto lo imaginó ¡que su deseo se hizo realidad! El niño creció debajo de su paraguas hasta que se hizo un hombre. Ahí ocultas quedaron también sus necesidades y sus dones. Tan tan tan invisible era aquel hombre que no sólo se convirtió en un extraño para las personas que lo rodeaban, sino que llegó a ser un completo desconocido para sí mismo.
Los mecanismos de defensa psicológicos son estrategias inteligentes y creativas que ayudan a sobrevivir mientras la persona pasa una etapa en su desarrollo cargada de carencias o abusos, o por una experiencia traumática, en la que hay pocos recursos de afrontamiento y no es posible escapar ni luchar. Estos mecanismos, como solucionaron un enorme problema en el pasado, se instalan como patrones de reacción automáticos. Aunque esa persona cuente en el presente con recursos eficaces y no exista una situación traumática que los justifique, siguen estando activos. Así, lo que un día fue la solución hoy se convierte en el problema. Ser conscientes de estos mecanismos, agradecerles su vida útil y darles otra función, suele ser un fin, otra vez inteligente y creativo, para ellos.