En las montañas de una región arruinada por la sequía, encerrado en su castillo, vivía un cabalista que era capaz de transformar la tierra seca en agua. Los labriegos sedientos enviaron al yerbatero de la aldea para que convenciera al sabio de comunicarles aquel secreto. El pobre hombre, cuando golpeó el portón de la fortaleza, fue ahuyentado con chorros de aceite hirviendo. Un viejo loro, animal favorito del cabalista, escapó y fue a posarse en un hombro de la víctima, repitiendo las palabras mágicas que había oído durante años. El yerbatero regresó feliz a su aldea, reunió a los rústicos, cogió un puñado de tierra seca y, recitando las extrañas fórmulas. lo convirtió en agua. Todos aplaudieron maravillados; luego le preguntaron: «¿Cómo es ese maestro misterioso?». A lo que él respondió: «No lo conozco, aprendí con su loro». La multitud estalló en una rechifla.¡Era imposible aprender algo serio de un pajarraco! Fue tratado de estafador y expulsado del pueblo a pedradas.
Alejandro Jodorowsky