“El descenso al Averno es fácil; noche y día sus puertas están
abiertas; pero recordar tus pasos para escapar al aire libre,
¡he ahí la tarea, he ahí el esfuerzo!
Virgilio
El inconsciente en el siglo XXI sigue siendo un gran desconocido. Seguimos dudando si es un lugar individual o son varios. Entre otros tenemos referencias además del personal, del inconsciente familiar que nos conecta con nuestros ancestros, del inconsciente colectivo de Jung, etc.
En un iceberg sólo vemos su novena parte, el resto permanece sumergido. Esta parte hundida podríamos interpretarla como metáfora del inconsciente al que nos referimos. La razón, en este ejemplo, sólo sería su punta visible.
Al margen de porcentajes parece que tenemos una parte racional y otra irracional responsable de esa percepción caótica y poco traducible a palabras que nos asalta en ocasiones. Suele salir a la superficie y mostrarse en los sueños, a través de las manifestaciones artísticas, etc.
La educación actual apenas lo contempla por eso vivimos como si no existiera, de ahí que sus manifestaciones resulten tantas veces negativas. Preferimos tratar nuestras pesadillas con fármacos, sin pararnos a contemplar la posibilidad de que sean mensajes que nos dicen que hay aspectos de nuestra personalidad que no nos atrevemos a vivir. En cualquier caso, aunque conscientes que en el mundo hay más cosas de las que podemos ver, pesar y medir, continuamos sin otorgar la importancia que merece a ese sabio interior que llevamos dentro. Preferimos temerlo o negarlo.
A pesar de todo y como afirma Punset: “La mayor parte de las decisiones que se toman tienen un responsable: el inconsciente.” O como dice Phil Jackson “el inconsciente resuelve de forma excelente problemas complejos cuando la conciencia está ocupada con otra cuestión o, y quizás esto sea lo mejor, cuando no se le exige nada.”