“El gran secreto mágico revelado”, por Luis Miguel Andrés
En todas las épocas siempre ha habido curiosidad, y sobre todo negocio, por aquellas disciplinas cuya materia versaba sobre lo que va más allá de lo aparente, sobre lo esotérico, sobre lo mágico. Somos tataranietos de la Ilustración y del cegador Siglo de las Luces, donde se entronó a la razón por encima de cualquier otra facultad humana, como garante de verdad y conocimiento, pero esa curiosidad sigue intacta en nosotros. Ni a pesar de este movimiento histórico, que también fue responsable de no pocos abominables abortos (los sueños de la razón engendran monstruos, advertía Goya) se ha sepultado esa parte oscura en nosotros.
A partir de los modernos descubrimientos de la neurociencia sabemos que contamos con dos lóbulos cerebrales, cada uno responsable de acciones y reacciones distintas y antagónicas: la parte izquierda es la racional, diurna, metódica y ordenada y la parte derecha es la analógica, la creativa, nocturna y mágica. Precisamente por esto los magos siempre contaron con gatos o búhos como animales de poder: pueden ver en la oscuridad de la noche, en la parte no manifestada, en el misterio más profundo. Es absurdo pues que, contando con dos recursos tan potentes y complementarios, vivamos nuestra realidad con isla anegada por el mar de uno solo de nuestros lóbulos. Un exceso de razón mata el espíritu de la improvisación en lo creativo; un exceso de fantasía es del todo desaconsejable, y amenaza con llevar a la derivada cualquier propósito que emprendamos. Grandes épocas históricas se han valido de tan solo uno de estos recursos, como ya hemos citado más arriba, con desastrosas consecuencias. Y sin embargo, algo se mueve en el lóbulo derecho, algo potente y misterioso, que ya algunos en la antigüedad descubrieron y sobre todo trabajaron. Sin duda hay un gran misterio, un arcano bien oculto en todas las épocas, presto a ser descubierto: hoy aquí lo revelaremos. Si pretendes hallar el secreto para hacerte rico ganando la lotería o para poner el mundo a tus pies, deja ya mismo de leer y cómprate uno de esos libros que venden al Universo como tu más solícito esclavo. Aquí nada encontrarás.solo carcajadas por tu parte. Tanto mejor, porque donde no hay risa, hay rechinar de dientes.
Se cuenta que hace siglos Hermes Trimegisto y el pueblo caldeo, en oriente, dieron con la clave. Agrippa y Paracelso en el XVI la recuperaron, y hace dos siglos Eliphas Leví y Doctor Papus nos la legaron de nuevo. Por favor, si de verdad te interesa conocer el gran arcano, lee a estos autores, no a otros, mercenarios a sueldo y papel por las grandes editoriales. Si logras entenderlos, habrás ingresado en una nueva escuela. Yo mismo he sido iniciado en esta doctrina por personas que todavía hoy continúan una larga tradición, con gran preocupación para mantener vivo el misterio. Fui aleccionado bajo la promesa de que no revelaría los grandes arcanos. Y no los traicionaré, pero te diré el más importante de ellos en unas cuantas líneas más. Esos códigos ocultos se preservan no por su poder, si no por su absoluta y total evidencia. Un gran maestro dijo: revelar una verdad a quien no está preparado para recibirla equivale a contarle una mentira. Claro y meridiano como el sol de mediodía.
Montones de obras inundan estanterías en las librerías prometiendo y asegurando revelar la clave de todas las claves: el mejor uso que se les puede dar es el de arder en una hoguera. Para obtener oro, primero hay que disponer de él, dice Raimundo Lulio, uno de los grandes alquimistas. Es decir, nada se obtiene de la nada, si no que se multiplica aquello de lo que uno dispone. Ahórrate pedir nada de lo que no seas digno merecedor, en el mejor de los casos, habrás perdido el tiempo leyendo un libro para niños. En el peor, la razón.
Pues bien, después de investigar y leer, de ser iniciado e instruido te contaré cuál el gran secreto de los secretos, el motor mágico de todo prodigio por excelencia: el poder de la voluntad humana. Nada es posible sin ella, sin el arrojo y la energía que de ella emanan. Si se carece de ella, no se opera ningún cambio. El mago, tal y como nos lo expone la Tradición es un hombre de férrea voluntad, que sabe dinamizarla. No le importa madrugar bien temprano, recoger una planta a cientos de kilómetros y de realizar un ritual incomprensible a priori para conseguir el propósito que tenga entre manos y que motivó todo esta ceremonia. En realidad lo que está trabajando en su capacidad, es su fuerza, es su entereza y dignidad para consigo mismo, para demostrarse a sí mismo que puede. Amigo, quien sea capaz de tales hazañas por conseguir el amor de otra persona, será capaz de seducir al mismo diablo. El ejemplo del mago entre los magos es el de Ulises, y la Odisea es un libro de alta magia. Homero relata mejor que nadie lo que entraña un carácter y espíritu fuerte, que lucha durante décadas contra dioses, humanos e inclemencias del tiempo, hasta llegar por fin, después de más de veinte años, a su casa. Es decir, de su propósito, aún no conseguido, emanaba su fuerza, que permanecía lista para ser utilizada. Quien quiera entender, que entienda.
Una voluntad trabajada consigue lo que se proponga. Y para ello, se vale de dos energías necesarias: una es la intención puesta en el propósito, es decir la meta, el destino, el objetivo que se propone y la dirección que tomamos, y la otra es la atención, que consiste en revisar continuamente y cuidarnos de que cada paso que damos nos acerca a nuestra finalidad. Una inicia su andadura dando el primer paso, la otra vigila de que no nos desviemos del camino. Ambas son necesarias como caldo de cultivo. Así se conseguirá irradiar una especie de energía sutil, conseguida a fuerza de desvelos, que nos convencerá y nos autorizará a obtener legítimamente lo que deseemos. El verdadero mago o maga, carece de todo ritual. Solo hace falta que se pida a sí mismo lo que desea, y él mismo se lo concede, sin teatros ni parafernalias. Es por esto que Agripa desaconsejaba a sus discípulos más aventajados que realizaran ningún ritual: ya no les era preciso.
Como este misterio, simple llano y evidente, son otros tantos que no revelo. Pero te diré un sencillo ejercicio, el primero para ponerte a prueba, y que servirá para obtener un potente talismán que te recordará tu capacidad. En sí, es un gran ritual mágico que proponen maestros antiguos: Una tarde o noche que llegues a casa cansado, después de trabajar, recorre durante media hora cualquier camino, preferentemente hacia el norte. En cuanto hayan transcurrido los 30 minutos, párate y busca una piedra. Cógela y regresa a casa. Guárdala. Este simple gesto te recordará, en los momentos en los que lo necesites, que pudiste gratuitamente hacer este ejercicio en apariencia tan sencillo. Pero esa piedra se convertirá en un excelente condensador de energía y voluntad, y te servirá de ayuda, créeme y créete.
Cuatro son las leyes de la Magia: Querer, osar, poder y callar. Son las cuatro patas sobre las que se sostiene firme la Voluntad. Querer realizar un propósito, osar llevarlo a cabo, saber que se puede hacer y callar cuando se consigue, es decir, no necesitas la admiración de los demás porque tú eres tu mejor público. Sobre todo silencio y obediencia a ti mismo.
Luis Miguel Andrés es profesor de filosofía y consultor personal
Correo: la_sincronicidad@hotmail.com
Twitter: @_LuuisMigueel_
¡Fantástico!
Gracias.
Qué decir cuando las palabras no alcanzan…? Luuis, un ser increiblemente adorable, bendito, lleno de amor. Gracias por regalarnos tu sabiduria.