Dos hombres y un destino. Salvar vidas contra todo prejuicio. El cirujano árabe Ahmed Eid y el anestesista judío Jochanan Schiffman se entienden sin necesidad de hablar. Entenderse sin hablar no es un lujo, sino su obligación. El profesor Eid es jefe de Cirugía del hospital y el doctor Schiffman es el máximo responsable de anestesia.
Días de tensión y violencia en Jerusalén donde las sirenas de ambulancias y policías toman la palabra en sus calles. Días de locura para estos dos veteranos que han operado y anestesiado todo lo que uno puede imaginar. Quién les iba a decir en los años 70, cuando compartían pupitre en la Universidad Hebrea de Jerusalén, que un día serían jefazos de este importante centro sanitario. Y que de sus manos dependería la vida de muchísimas personas. Judíos y musulmanes. Israelíes y palestinos. Víctimas y agresores.
Cuesta creer que la ola de violencia y odio que azota a israelíes y palestinos no acabe arrastrando su trabajo…
– Todos tienen sus opiniones sobre la situación, pero aquí somos profesionales -dice Schiffman.
– La sensación en mi equipo no es sencilla porque, por ejemplo, uno teme ser apuñalado en las calles. Pero en el trabajo, la situación no influye para nada. Hacemos operaciones, anestesias y punto -repone Eid.
¿Ser árabe estos días tan convulsos no ha generado reacciones de enfado o críticas? «La tensión y violencia provocan comentarios agresivos, pero yo nunca me he sentido mal o incómodo aquí. Todo lo contrario. Me tratan mejor que a un doctor judío», nos responde.
Schiffman pide a los líderes de los dos pueblos que aprendan del ejemplo de Hadassah. Enfermos judíos y árabes comparten habitaciones y plegarias. Sus familiares comparten café y deseos. Doctores y enfermeros de distinto credo colaboran en la máxima naturalidad…
Extracto de una noticia en El Mundo