«La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo,
el intento de un camino,
el esbozo de un sendero.»
Hermann Hesse
Caminar demasiado tiempo por senderos equivocados, insaludables, incoherentes con nuestra esencia, puede obligar al cuerpo, sabio maestro interior, a enviar una señal de alerta. A veces hay una ceguera psicológica que nos impide ver con claridad el extravío, otras veces lo vemos, pero no tenemos la valentía necesaria para rectificar la ruta. Seguimos y seguimos andando hasta que esa alarma interna aparece en forma de síntoma, por ejemplo, un dolor físico que encierra historias ocultas a la conciencia y mensajes no escuchados. ¿Y si pudiéramos crear un espacio para dialogar con el dolor?
El ejercicio que sigue a continuación no garantiza que te quitará el dolor, pero hay personas a las que les ha sido útil. Depende de la apertura mental, su actitud y el tipo de dolor. Te invitamos a probarlo.
Realiza tres respiraciones profundas. Al inhalar, imagina que el aire inspirado llega al lugar del cuerpo que te duele. Exhala muy lentamente, hasta sentir que salió todo el aire de tu interior. Así tres veces. Después, deja que tu cuerpo acompase la respiración libremente.
Focaliza la atención en tu dolor. Sé consciente de su forma, su color, su tamaño. Dedica a ello un par de minutos como mínimo. Puedes imaginarlo e incluso dibujarlo. Valora del 0 al 10 cual es la intensidad de este dolor (donde 0 es nada y 10 es el máximo de intensidad que has soportado nunca).
Vamos a dialogar con él. Las actitudes de aceptación, integración y agradecimiento ayudan a realizar el ejercicio. En una escena imaginaria, “sienta en una silla a tu dolor tal como lo has dibujado”, permite que suceda su respuesta aguardando un tiempo suficiente tras cada una de estas preguntas:
¿Desde cuándo estás en mi vida?
¿Qué cosas pasaban cuando apareciste?
¿Qué me callé en ese momento de mi vida? ¿Qué me quedé dentro, sólo para mí, que no pude o no quise decir o hacer?
¿Qué función tuviste tú? ¿Para qué me serviste?
¿Qué función tienes hoy? ¿Para qué me sirves?
¿De qué otra manera podría obtener eso?
¿En qué te gustaría convertirte si no fueras un dolor, sino un recurso útil para mi vida? ¿En qué forma, color, tamaño?
Después de terminar la entrevista, focaliza de nuevo tu atención en el dolor, observa sus modificaciones.. También puedes dibujarlo y valorar del 0 al 10 cómo lo sientes ahora.
Escuchados los mensajes del dolor en una o varias meditaciones, acabaremos agradeciendo que el síntoma haya sido una llamada a la transformación.