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Frustrada de seguir tantas dietas inútiles, acudió a un sabio maestro:
-Estoy desesperada, por más que lo intento no logro bajar de peso.
-Cuelga un cartel en tu cocina que diga:

“Nunca el azúcar, las patatas, ni el jamón, podrán llenarme ni el sexo ni el corazón”

…

Era un conocido especialista en nutrición que manifestaba graves problemas de sobrepeso. Los cuadros de su consulta, en el mejor barrio de la ciudad, mostraban platos de comida grasienta y poco saludable. Ofrecía a sus consultantes bebidas ricas en azúcar acompañadas por bollería industrial. Aprovechaba cualquier oportunidad para criticar a las personas que hacían deporte. El mejor deporte consistía, según sus palabras, en un buen sillón frente a un gran televisor acompañado por una cerveza de medio litro. Y la última recomendación era que mejor no saber qué es lo que se tiene, antes que sufrir por una tasa alta de colesterol o una tensión disparada. A la salida les daba un fuerte abrazo y añadía con la mejor de sus sonrisas que mejor vivir seis años bien que sesenta mal y que le gustaba despedirse por si la próxima consulta ya no estaba entre los vivos.

Todos salían tan desconcertados que empezaban una dieta en aquel mismo instante.