A esa pregunta sólo puede responderse con una batería de generalidades. Podemos caer en la tentación de observarlas desde la perspectiva exterior y superficial de su colorido o austeridad, pero en el fondo, cada una de ellas representa a un tipo de sociedad y cultura concreta.
Una variante es el “matrimonio mixto”, formado por dos personas de las cuales una ha sido bautizada en la Iglesia Católica y la otra no, opción que busca una forma de suavizar el choque cultural y de creencias. En la actualidad, las ceremonias por el rito hindú se usan en Estados Unidos para evitar conflictos cuando los novios son de diferentes religiones, algo que por lógica cada vez es más común.
No importa que la boda sea ortodoxa, católica, judía, budista, escocesa, gitana, sintoísta, etc. Lo único relevante debería ser que dos personas hayan decidido unirse para caminar juntas por la vida. O bien, ¿preferimos continuar dando más importancia a la forma que al contenido?
La boda es un acto consciente y será poco importante si la convertimos en una fiesta adolescente, una costumbre o una obligación impuesta.
Parejas Sin Fin