Consejo de Alejandro Jodorowsky a una mujer para que descubra su artista interior

Consejo de Alejandro Jodorowsky a una mujer para que descubra su artista interior

Vivi:

Alejandro, hace unos años ya que comencé a distanciarme del mundo y de las personas, vivo el día, a veces más conectada y feliz y luego vuelvo al vacío y a la nada. Intenté profundizar en ello creyendo que me encontraría, sanaría y podría al fin salir al mundo siendo libre, fluyendo.. Y no, se me ha ido de las manos, me siento estancada, no logro involucrarme, tengo miedo y hasta verguenza por vivir así, siento pena y rabia constantemente, y hasta me he vuelto un poco paranoica, siempre estoy a la defensiva, boicoteo mis relaciones, las pocas saludables que he podido establecer, y no me atrevo a ir más allá de mis límites cuando se que puedo dar mucho más, siento que soy puro potencial y estas limitaciones autoimpuestas me hacen perder espontaneidad y color.. Con esta vibra, comprenderás, no recibo buenos tratos y alejo a las personas, pero sabes, soy una buena persona, tengo defectos como todos, pero soy un alma buena y anhelo más que nada tener amor y alegría en mi vida, es lo único que me daría fuerzas porque en este momento, no tengo nada a que aferrarme.. Se que para ello debo aceptarme y amarme primero.. Y ese es el punto.. Me siento gris, soy mi propio obstáculo..

Respuesta de Alejandro Jodorowsky:

Muy querida Vivi, no te extrañes de que te quiera. Con el paso de los años fuí descubriendo los múltiples grados del amor, desde el más egoísta hasta el más sublime, que es el amor a la Humanidad. Cuando sientes esto, sientes los inefables lazos que te unen a todos los seres. Sabes entonces saltar los obstaculos de sus defectos, y amar esa maravilla que anida en cada cuerpo, a la que no puedo sino llamar «alma divina». Yo, por el hecho de que escribas, siento que intuyes el potencial luminoso que habita en lo profundo de ti… Mira, Vivi, el primer amor que tenemos, aunque nos desilusione, es el amor a la madre, de ella depende nuestra vida. A este amor, al recibir su protección, le agregamos el amor al padre. A los pocos años nos damos cuenta de nuestra individualidad, y despertamos -aunque no seamos conscientes de ello- el amor a nosotros mismos. De ahí podemos ascender hacia el amor al otro, a los otros. Incluimos en «los otros» también a las plantas y a los animales. Se agrega el amor al planeta entero, con su tierra, su mar, su cielo. Vamos más lejos: aprendemos a amar a los astros, comenzando por el sol y la luna, al universo, a los posibles universos paralelos. Terminamos amando a la impensable conciencia divina que llamamos Dios… Pero aún hay un nivel más intenso: EL AMOR A LA OBRA. Esa es la esencia de Dios: es el gran creador, el gran artista. Sin su obra, no es… ¿Ves? Lo que te sucede a ti, es que no conoces el amor a la obra. Algo que ames hacer… Busca en ti, escarba y descubre qué es lo que quieres y puedes crear, y no descanses hasta ponerte a hacerlo. Si te sientes gris, comienza a pintar con todos los colores posibles… Sal a pasearte y ve los mil matices con que la realidad se engalana… Si eres tu propio obstáculo, haz de ti una fotografia de tu cuerpo entero, tamaño exacto, pero sentada. Dedícate a saltar sobre tu fotografía 10 veces diarias. Encuentra un buen obrero que te enseñe a fabricar pan. Cuando aprendas, enséñale a fabricar pan a una niña. Descubre tu artista interior. Si cesas de pedir, los otros comenzarán a pedirte a ti.