Nuestros pensamientos y nuestras emociones pueden alterar la estructura molecular del agua, evidencia física de nuestro poder de afectar el mundo dentro y en torno a nosotros. Es un bello testimonio de que formamos un todo indivisible y abre las puertas a nuevas formas de sanación y conservación de la salud.
El profesor Emoto se formuló la siguiente pregunta: ¿sería posible reflejar las cualidades sanadoras de diferentes tipos de agua de una manera visible y palpable? La ‘idea feliz’ para llevar a cabo este estudio le llegó al probar de fotografiar los cristales hexagonales que formaban distintas muestras de agua al helarse. Y de las imágenes que obtuvo llegó la confirmación a su sorprendente hipótesis: Ciertas muestras de agua corriente de grandes urbes presentaban una estructura de cristalización muy tosca, mientras que muestras de agua de manantiales ofrecían cristales de una gran belleza. Extendió así su área de estudio al fotografiar cristalizaciones de agua de diversos lugares del mundo (glaciares, lagos, agua de lluvia, fuentes), obteniendo cristales de formas más bellas y sorprendentes cuanto más alejados se hallaban del quehacer humano.
La sorpresa mayor llegó al conseguir transformar irregulares patrones de agua contaminada en bellos cristales hexagonales al someter las muestras a la audición de canciones tradicionales, oraciones religiosas o bien música clásica. O bien al transformar ‘indiferentes’ cristales de agua destilada en bellos patrones geométricos al susurrarles palabras de agradecimiento, o bien al contrario, obtener horrorosas estructuras al someterlas a frases desagradables.
En el mundo científico, a menos que un experimento sea repetible por un observador independiente, sus hallazgos son considerados inválidos. Esto es exactamente lo que hizo el Dr. Masaru Emoto. A través de experimentos repetibles él demostró que los pensamientos humanos y las emociones pueden alterar la estructura molecular del agua. Ahora, por primera vez, hay evidencia física de que el poder de nuestros pensamientos pueden cambiar el mundo dentro y alrededor nuestro.
Nuestro propio cuerpo está compuesto en un 70 por ciento de agua. Y la superficie de la tierra es también un 70 por ciento de agua. Y el agua, lejos de estar inanimada, está realmente viva y responde a nuestros pensamientos y emociones.
Quizá ahora podamos comenzar a entender realmente el imponente poder que poseemos al elegir nuestros pensamientos, nuestras emociones e intenciones, para sanarnos a nosotros mismos, así como a las demás personas y a nuestro medio ambiente.