Alejandro Jodorowsky: La neurosis social impulsa al individuo no a buscar ser, amar y crear, sino a parecer, poseer e imitar. Como su ego es una ilusión formada por la familia , la sociedad y la cultura, tratando de imponerse frente a los otros, de poseerlos, de hacerse admirar, vive devorando sin cesar, insaciable, la energía de los otros y la del planeta, enfrascado en luchas de poder, que terminan aniquilándolo.
Esta fábula puede ser útil:
Una araña decidió perfeccionar sus telas. Al cabo de cierto tiempo sus hilos se hicieron tan resistentes que no sólo pudo cazar moscas sino también mariposas, escarabajos y caracoles. Con tanto alimento, la araña se hizo más robusta. Aumentó su ambición. Produjo telas capaces de cazar pequeños ratones. Ebria por su triunfo, se dijo: «¡Agrandaré la extensión de mis redes para así cazar águilas!»… Las aves majestuosas veían brillar las telarañas y creyendo que eran el reflejo de la piel de un animal, se lanzaban contra ellas y las destrozaban. La araña se sintió humillada. Por más que reforzó sus hilos nunca pudo cazar un águila. Un día exclamó: «¡Ya encontré el método!» Trepó a una roca y danzó para llamar la atención. Un ave reina descendió y comenzó a devorarla. Mientras era triturada, la araña gritaba: «¡He cazado a un águila! ¡Estoy penetrando en su carne y en su sangre! ¡Me estoy convirtiendo en ave!».
Desarrollarnos hasta alcanzar el limite de lo que podemos ser, es normal y deseable. Pero cuando la ambición desmedida nos lleva a obtener cosas inútiles, podemos, creyendo avanzar, precipitarnos a un abismo. En condiciones normales no deberíamos hacer esfuerzos ni preocuparnos por alcanzar el nivel para el que estamos destinados. La semilla lleva en sí el programa que cumplirá hasta ser un árbol determinado, que no dará ni una hoja ni un fruto de menos o de más. Lo cierto es que debemos luchar no por «ser», sino por impedir que accidentes exteriores nos desvíen y nos impidan realizarnos.
Cuando vemos otros individuos, organismos, sociedades, que sentimos más poderosos que nosotros y pretendemos imitarlos sin tener las fuerzas necesarias para eso, terminamos cayendo en su área de poder y pasamos a formar parte, con orgullo ingenuo, de un mecanismo que nos despersonaliza y aniquila.
La araña, al darse cuenta de que no podía ser más que las águilas, debió renunciar a sus orgullosas ambiciones y dedicarse a cazar con felicidad los insectos para los cuales su organismo estaba programado.
Atentos a la neurosis social. No seamos como la araña que no se conformaba con cazar caracoles.
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