
He estado leyendo experimentos sobre lo que pasa en el cuerpo antes, justo antes de tomar una decisión. Me ha llamado la atención un detalle: jugadores de ajedrez monotorizados para medir varias reacciones fisiológicas durante la partida, unos instantes antes de mover una ficha que desencadena su derrota, justo antes de hacer ese movimiento fatídico, el corazón se acelera, hay movimientos en las tripas y en el cerebro se encienden áreas relacionadas con la alerta ante la amenaza. Si ese jugador de ajedrez hubiese atendido a las señales de su cuerpo antes de tomar esa equivocada decisión, ¿habría ganado la partida? Puede que al menos hubiese reconsiderado su estrategia. “¡Hey!… cuando he pensado mover esta torre, mi cuerpo se está alterando… eso significa que puede ser una decisión equivocada”.
Nos educan desde la infancia para buscar la luz, la guía, mirando hacia afuera. En el mundo que nos rodea buscamos las respuestas, el camino. Promovamos un modelo de educación en el que cada niño y cada niña conozca su cuerpo, lo respete, lo cuide y atienda a sus señales como quien escucha a un sabio, cuya mayor prioridad es cuidar de ellos. Y comencemos por nosotros mismos… que nunca es tarde.