¿Atando cabos? Apuntes en un aula de repaso

¿Atando cabos? Apuntes en un aula de repaso

Juan Trigo: Decíamos ayer que tenemos dos posibilidades para explicar la aparición de la especie humana sobre la tierra: un accidente o que nos trajeron con un propósito.

Dejando aparte la primera porque ya  está; nada que añadir (como indica el Tao, el Confucianismo e incluso el budismo). La segunda viene avalada por la mayoría de las teogonías religiosas mono y politeístas, a cual más elocuente abundando en la teoría de los colonos (seres superiores que engendraron la especie humana en base a un cruce genético, al que podría referirse aquella leyenda de que ”los dioses fecundaron a las mortales”), como el Libro del Génesis, la propia mitología greco-latina y algunos de los cuentos capitales del sufismo, como el de ”Los Isleños”, “los Actores”, ”El Hijo del Rey”, etc.

En teoría, sobre el papel, el propósito más o menos coincide: Servir (en forma de adorar, Amar, etc.) a quienquiera que fuese “El Creador”. O, como apunta Gurdjeff en boca de Ouspensky en su obra “Fragmentos de una Enseñanza Desconocida”: Colaborar en el desarrollo del sistema solar, concretamente desarrollar la Luna en planeta (se me escapa por completo como puede la especie humana hacer eso, o sus amos sirviéndose de ella, como se le debe escapar a una hormiga las razones por las que metemos insecticida en su casa).

En el cuento sufí “Los Isleños” ya se advierte contra tipos como yo que no aceptan ciegamente la disciplina impuesta por las jerarquías superiores y usan esa rara facultad típicamente humana de emplear lo que definimos hoy por “espíritu crítico” y se atreven a escoger, es decir a desobedecer. El resto creen todavía que siguen siendo rebaño de esas entidades intergalácticas.

En el “capítulo” de hoy me gustaría abrir otra brecha. Sí nos han traído aquí por un propósito, ¿Cuál puede ser? Veamos: toda colonia, sea galáctica o terrenal, cría a su rebaño (palabra sospechosamente repetida tanto en el Antiguo como en el Nuevo testamento) para procurarse alimento. Bien, ¿Qué datos tenemos? Todo está escrito en los libros revelados, aunque en clave, y los vestigios esparcidos por doquier. Solo hay que hacer de investigadores forenses para ir recogiendo y analizando pruebas con las que esclarecer el caso.

Lo particular y curioso de este rompecabezas es que dependiendo de qué piezas vayas encontrando formarás un paisaje u otro. Llevará el mismo título, “Teoría sobre la Creación de la Especie Humana”, pero los paisajes serán distintos uno de otro, a veces muy distintos. Y es que esas piezas, los vestigios esparcidos por la tierra, como en el mito de Isis y Osiris, son plásticos y parecen tener vida propia, tanto que con una sola pieza, un pequeño fragmento, puedes construir todo un paisaje. No se parecerá en nada al original, pero el buscador se queda satisfecho porque le parece deslumbrante, y no sigue buscando.

Pero sigamos. Tengo entendido que los dioses babilónicos (corríjame si le apetece quien lo sepa, se lo ruego) se alimentaban de los efluvios provocados por las emociones humanas, especialmente las que se producen en el momento de la muerte o en situaciones de extrema tragedia; para eso los criaron. Es lógico pensar que si un día les cogía con hambre desmesurada provocaban unas cuantas guerras y catástrofes más para que el colosal sufrimiento humano provocara nubes de emocionalidad desgarrada con las que saciarse.

Ernest Scott en su libro “El Pueblo del Secreto” (doy el título en inglés porque la traducción es infame, a lo mejor a propósito, “The People of the Secret”), donde relata la teoría de un Directorio Planetario que controla y rige los designios de la humanidad, dice que en el plan divino está escrito que no tiene utilidad coartar la libertad del ser humano forzándolo a obedecer, porque si se le deja a su aparente libre albedrio, las emociones que genera su desesperación por sobrevivir en un mundo insólito, son de mejor calidad.

Ya podría ser, porque, habiendo demostrado con creces los grados de inteligencia que es capaz de alcanzar de desarrollar el ser humano en la persona de sabios insignes e iluminados que han poblado la tierra, ¿Cómo es posible que la humanidad sigue devorándose mutuamente (“homo homini lupus”)? Vejaciones, torturas, explotación, infelicidad, esclavitud, violencia, sistemas de gobierno destructivos incluso de su propio entorno, hoy llamado “medio ambiente”.

Se objetará que estos altísimos especímenes en inteligencia clarividente son pocos, pero a eso se puede contra-objetar que aunque sean pocos podrían influir en la mayoría para evitar la manifiesta autodestrucción a la que asistimos todos los días, a no ser que resulte siempre válida la máxima de Edmund Burke “El mal avanza porque los hombres buenos no hacen nada”.

La operación de neutralización y fagocitosis del mensaje prometeico de Cristo es un ejemplo patente. En mi opinión vino a decir algo así como un “ya basta de machacarse unos a otros inútilmente, ámense y vivan en armonía”. Mensaje que fue rápidamente alienado por los primeros Padres de la Iglesia de forma magistral. Sin modificar un ápice sus palabras (o a lo mejor sí) crearon una interpretación que no hacía más que seguir la ley mosaica del “ojo por ojo, diente por diente”, de la autoinculpación, de la penitencia, de la mortificación, por más que Cristo repitiera hasta la saciedad que vino a “cumplir” esa ley; es decir a hacer efectivo ese “ya basta de torturarse mutuamente, déjenlo, no sirve de nada”.

Otro dato: ¿Por qué las ordenes iniciáticas, los caminos de elevación espiritual (sufismo, zen, los grandes maestros espirituales, etc.) recomiendan desapego, renuncia a las necesidades mundanas, carpe diem, etc.?  Sospecho que precisamente para reducir la emocionalidad desesperada por tener, por poseer (a personas o cosas) y acercarse a la actitud de esos grandes Maestros de estar en el mundo sin ser del mundo, de no necesitar nada. Lo cual según la teoría que acabamos de rescatar de las excavaciones babilónicas no contribuye precisamente a alimentar a los colonos ¿Serán estas líneas de trabajo espiritual un movimiento revolucionario contra ellos, contra esas jerarquías superiores que rigen el destino de la humanidad?

También pude ser, como apuntan otras teorías, que se trate de una colonización fallida, como explica la misma mitología babilónica, que indica que la especie humana se reprodujo tanto y de forma tan caótica que el rebaño no pudo controlarse y disminuyó su interés para los colonos, que terminaron marchándose dejando al rebaño a su suerte, y por lo tanto construyéndose innumerables teorías del Regreso (que luego se convertirían en doctrinas y luego en religión, dependiendo de las crisis de ansiedad de cada grupo de gente). Y este sería un poco el sentimiento implícito en la humanidad de los últimos milenios; estamos solos y a nuestro aire, y con la esperanza de ir creando mejores condiciones de convivencia para que la monótona navegación de este navío en órbita alrededor de nuestra estrella sea lo mas llevadera posible.

Esa libertad real de acción, ¿engendraría el miedo que recoge Eric Fromm en su obra capital, “El Miedo a la Libertad”?

El Paraíso está en el fondo de tu corazón