
En más de un momento, observando alguna situación cotidiana, nos preguntamos ¿En qué mundo viven? (las personas involucradas). Ubicando su estado evolutivo en una etapa anterior, dando por sentado que nuestra mirada marca el momento real de evolución planetaria. Suena grandilocuente y un tanto pedante, pero no todo es culpa nuestra.
Las realidades personales y colectivas forman y conforman nuestra cultura. No significa que pensemos todos igual, pero si que adherimos a una forma de consenso. Nos manifestamos de acuerdo a esas normas y también en desacuerdo, aunque esto cueste un poco más , porque implica renegociar esos consensos y asumir lo no previsto, los errores, lo no permitido.
Hemos crecido imbuidos en una mirada lineal y fragmentada de la historia, tomando como real lo único conocido, es decir, lo aceptado socialmente, lo que vemos, lo que oímos, lo que creemos comprender. Cualquier cosa fuera de esa línea nos convierte en parias, con miradas marginales.
Y esto mismo trasladamos a nuestras historias personales, como forma de aceptación de lo que nos permite sobrevivir en esta vida que elegimos. Sí, porque también elegimos y eso nos da esperanza. Quizá si aceptamos que puede existir algo mas allá de la mirada fragmentada que tenemos, mas allá de las limitaciones de compresión y percepción de nuestros sentidos, podamos acceder a un universo más amplio.
Érica Valeria Peters