Despedirse tiene que ver con el final de cualquier ciclo, con el cierre del mismo. ¿Nos hemos parado a pensar cómo vivimos estos momentos inevitables en el transcurso de nuestras vidas? ¿Cuál es nuestra capacidad, completamente personal e intransferible, para cerrar etapas?
Lo cierto es que entramos en contacto con este aprendizaje desde nuestra más tierna infancia. Baste recordar el final del curso escolar y la llegada de las vacaciones, en las que algunos de aquellos compañeros entrañables desaparecían de nuestras vidas. Es evidente que la permanente impermanencia de esto que llamamos vida, puede provocar que una simple mudanza de ciudad traiga consigo un “borrado” de amistades.
Tal vez por ello las despedidas puedan resultar difíciles cuando intuimos que son definitivas, por ejemplo con el fallecimiento de un amigo o familiar, porque al no ser capaces de enfrentarlas preferimos mirar en otra dirección. Las cosas que quedaron por decir después se convierten en losas que arrastramos sin saber muy bien qué hacer con ellas.
En realidad hay muchas “muertes” en el transcurso de cualquier vida. Las distintas etapas de nuestro desarrollo físico: infancia, adolescencia, madurez, la jubilación, etc. marcan finales de ciclo.
Y que nos quede claro que estamos de paso, haríamos bien en recordar que nada físico nos llevaremos de este plano, que incluso la piel tendremos que devolver al final. Por tanto será mejor que aprendamos a despedirnos.
2 Comentarios
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Es todo?
Cómo debemos despedirnos, es necesario?-
Autor
Por desgracia no existe ningún manual para aprender a despedirse, es algo que aprendemos (o no lo hacemos) sobre la marcha. A veces la vida ofrece una segunda oportunidad… y puede suceder que solo sirva para darnos cuenta de que repetimos lo que hicimos en la primera (nada). Entonces, en ese caso, habrá que esperar a la tercera. En cualquier caso dudo que haya una forma correcta de despedirse.
Como dice un gran maestro… convirtámonos en espectadores de nuestra propia obra para aprender de la misma.
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