Katia consulta:
Querido Alejandro, no es una historia sencilla, la mía. Tenía 17 años la primera vez que me enfermé de depresión y 21 cuando tuve la segunda recaída. Cualquier cosa hubiera necesitado entonces, menos la traición de dos personas que, aun sabiendo todo de mi situación, no tuvieron reparos en pasarme por encima como tanques. Tras eso, la enfermedad que padecía (y de la que, afortunadamente, logré liberarme con el tiempo) se agravó, obligándome a asumir una cantidad enorme de psicofármacos. Engordé diez kilos, me rapé el pelo, abandoné la universidad (que reanudé hace poco) y, lo más grave de todo, perdí completamente la capacidad de sentir emociones de vientre y de pecho, lo que me llevó a dejar de escribir y a perder completamente el interés por el otro sexo. Lucho a diario contra este estado de congelación, tratando de ofrecer estímulos a mi mente, de hacerme independiente, de sonreír, de no quejarme, de no pensar en mis problemas, de mirar las cosas con una óptica positiva: sigo haciéndolo, pero noto que pese a todo el problema todavía persiste, y no sé qué más hacer. Le ruego que me ayude, porque quizás la única esperanza que me queda es precisamente la psicomagia.
Alejandro Jodorowsky responde:
Querida Katia, si una persona se enferma de depresión a los 17 años, no es un mal causado por un virus o un agente extranjero al cuerpo, la depresión es un efecto que tiene por causa un abuso padecido en la infancia. Usted cuando niña tiene que haber sido víctima ya sea de un abuso intelectual (sus familiares despreciaron o descuidaron sus capacidades intelectuales, obligándola a ser como ellos querían que usted fuera y no como usted era realmente, dándole ordenes y prohibiciones injustas ), o un abuso emocional (no le dieron cariño en forma desinteresada sino que la obligaron a comportarse como ellos querían, demostrándole que no la preferían, que estaba en cierta forma de más) , o un abuso sexual (puede haber sido de la parte de cualquier familiar, mujer u hombre. También es abuso no aceptar que usted naciera mujer, deseando que hubiera sido un hombre), o un abuso material (no darle un sitio privado, hacerla comer lo que le disgusta, vestirla mal, etc.) Una persona deprimida, se siente incapaz de cambiar una realidad que la agobia, retiene en el inconsciente su rabia, por no haber sido amada se siente culpable y se detesta a sí misma. En su mensaje me cuenta que engordó diez kilos, lo que demuestra que no acepta su cuerpo; se rapó el pelo, lo que demuestra que no acepta su feminidad; cesó de sentir emociones de vientre (vagina) y de pecho (senos), lo que demuestra que en su infancia le pidieron que fuera un hombre. La negación de sí misma , que es remedo de la negación que tuvieron sus padres hacia usted, la llama «congelación», palabra que oculta su frigidez sexual. El placer le ha sido prohibido, no sólo el sexual sino el de desarrollar su mente femenina, su libertad de ser lo que desea ser, de tener placeres, de amar la vida: ya cuando estaba usted en el vientre de su madre supongo que trataron de abortarla.
Le aconsejo que durante 40 días se vista de hombre de pies a cabeza, incluyendo un corte de pelo viril. El día 41 invite a una fiesta a unos cuantos amigos y amigas y también a la mayor cantidad de sus familiares. Tenga en una mesa muchos platos con merengue blando. Preséntese ante los invitados así disfrazada de hombre, habiéndose para ese día especial fabricado un par de bigotes pegando sobre su labio superior pelos de su pubis… Anuncie que va a nacer. Con unas tijeras o un cuchillo bien afilado destroce su traje hasta quedarse desnuda. Lance los merengues al rostro sus familiares. Pida a sus amigos y amigas que la acaricien en grupo. Luego vístase con ropas femeninas extremadamente eróticas, colóquese una peluca de largos y abundantes cabellos y vaya al aeropuerto a tomar el avión que la llevará de vacaciones a un lugar lejano y exótico. Desde ahí, envíe por correo en una caja de metal sus excrementos a las dos personas que la traicionaron. Si hace todo esto, se liberará de su depresión y comenzará a amar la vida.