
Usted propone la economía rosquilla.
Sí, imagine una rosquilla: el agujero de en medio es el lugar en el que las personas no tienen sus necesidades básicas cubiertas. En la rosquilla están las doce prioridades, esas dimensiones sociales que se deben cumplir, extraídas de los objetivos de desarrollo del milenio en los que todos los países del mundo están de acuerdo.
Paz y justicia, educación, salud, energía…
Agua, alimento, vivienda, igualdad, participación política… No queremos que nadie se quede atrapado en el centro, pero al mismo tiempo no podemos sobrepasar el límite exterior.
Que no le salgan protuberancias a la rosquilla.
Sí lo sobrepasamos la presión que generamos sobre el planeta lo desequilibra: cambio climático, agujero en la capa de ozono, pérdida catastrófica de biodiversidad, acidificación de los océanos, contaminación química, atmosférica…
Todo eso que nos pasa.
Sí, y todas esas dimensiones que han definido los científicos como los sistemas que mantienen viva a la Tierra.
¿De qué valores está hecha la rosquilla?
De dignidad, oportunidad y comunidad.
Dulce rosquilla.
Pero para ello debemos mantenernos dentro de los límites de salud de la Tierra. Y ya hemos sobrepasado cuatro de los nueve límites planetarios que establece la ciencia.
¿Cabemos todos en su rosquilla?
Sabemos cómo hacer que la población no crezca tanto: consiguiendo que la mortalidad de los niños menores de cinco años baje.
Parece un contrasentido.
…Invirtiendo en la infancia, en la educación de las niñas y en el empoderamiento de las mujeres, éstas controlan el tamaño de sus familias. Pero el crecimiento de la población mundial no es lo que a mí me quita el sueño.
La población mundial sigue el mismo patrón que la naturaleza: las cosas crecen y crecen hasta que llegan a un punto de madurez.
Si observamos la vida y el planeta vemos que se basa en el equilibrio y no en el crecimiento sin fin. Estamos, en el sector empresarial, el político y el social, ante ese choque de paradigmas. Tenemos que cambiar de modelo económico
…
Extracto de una entrevista con Kate Raworth, economista, en La Contra de La Vanguardia