
La vida y obra de Alejandro Jodorowsky son el objeto de un nuevo libro en inglés, Sacred Trickery and the Way of Kindness: The Radical Wisdom of Jodo. Reality Sandwich ha publicado algunos fragmentos de este libro de entrevistas, de los cuales traducimos un par de párrafos, particularmente donde Jodo expone cómo la muerte fue el gran acicate que tuvo hacia la espiritualidad, probando tener estirpe de filósofo, siguiendo el ejemplo de Sócrates, quien consideró que la filosofía era esencialmente un entrenamiento para la muerte.
En esos momentos me hice las preguntas que todos se hacen: ¿Por qué debo morir? ¿Existe Dios? Cuando tenía 18 la conciencia de mi muerte me azotó como un martillo en la cabeza. No lo había asimilado hasta entonces. Salí corriendo por las calles, llorando que no quería morir. Desde ese momento necesite aplacar mi pavor.
Este fue el germen de una larga búsqueda –de un seducir y dejarse seducir– en la que Jodorowsky experimentó con todo tipo de técnicas para liberar su propia mente y acercarse a lo sagrado. La influencia atea y represiva de su padre se tornó en una orgía místicoartística.
¡Quería existir! Por otro lado no creía en ello, debido a como fui criado. Nunca pensé que arribaría a la fe. Por otro lado, estaba desesperado por encontrarme con lo divino. Vivía en constante miedo a la muerte. Todo mi ser se revolcaba ante el prospecto de mi fallecimiento. Buscaba una respuesta pero no la encontraba. Debo mencionar que durante esa época, a principios de los 50, no sabía nada del misticismo oriental o del zen.
¿Sabes que el místico hindú Ramana Maharshi logró la iluminación después de sentir un miedo terrible mientras pensaba en la muerte?
¡Ah, claro! Recuerdo mi primer ataque por el miedo a la muerte, después de una noche de fiesta en Chile. Creo que tenía 19 años. Nuestra casa ardió; sólo mi habitación se salvó. Así que mis amigos y yo hicimos una fiesta, celebrando el incendio. Yo usé un abrigo de flamas, disfrazado de fuego. Como a las 3 o 4 de la mañana, todos borrachos, acabamos en el mercado, comiendo queso. Estaba nadando de felicidad. Y de súbito me di cuenta que todos mis amigos morirían, que toda la ciudad moriría, la Tierra entera y las estrellas morirían… nada se podría salvar, y menos yo. Fue una suerte de iluminación negativa. Súbitamente sobrio, vi cómo la ciudad estaba bañada en angustia, cómo las persona a mi alrededor eran víctimas de este miedo, sin poder enfrentarlo. Desde ese día tuve que entrar con acto con la divinidad para pacificar mi terror.
Guardando la proporción, viene a la mente el «Sermón del fuego», en el cual Buda Shakyamuni habla sobre cómo el mundo está siendo consumido en este mismo instante por un fuego insaciable:
El ojo está ardiendo, las formas están ardiendo, la conciencia del ojo está ardiendo, el contacto del ojo está ardiendo; también toda sensación placentera o penosa, y la que no es ni placentera ni penosa que depende del ojo como su condición indispensable, está ardiendo. ¿Ardiendo con qué? Ardiendo con el fuego de la codicia, con el fuego de la animadversión, con el fuego de la falsa ilusión; ardiendo con el nacimiento, la vejez y la muerte; con las penas, lamentaciones, dolores, con la angustia y desesperación.
Es la conciencia de saberse en una casa mortalmente incendiada lo que hizo que el Buda buscara infatigablemente una salida a esta rueda. La muerte en Jodorowsky, y en todos nosotros, puede ser ese fuego que muestra un destino inescapable y que por ello, en el deseo de libertad (el único deseo puro), nos motiva, nos alimenta con gran fuerza para encontrar lo que en el budismo se conoce como la «nave de la doctrina», una forma de salir de la casa que se derrumba permanentemente. Conciencia de la muerte que es también conciencia de la impermanencia y sed de conocimiento. El «mysterum tremendum«: sólo lo terrorífico, lo que nos sacude profundamente, puede propiciar una transformación; y acaso ese es el significado de la muerte: transformación en sí misma, y voz misteriosa que llama a transformarse.
Fuente: Pijamasurf
Imagen: (c)Pascale Montandon-Jodorowsky
2 Comentarios
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No le temo a la muerte, mas bien me da curiosidad. A lo que sí temo es al dolor, y eso es mas bien miedo a la vida ya que el dolor es parte de ella. Miedo a sufrir, a que mis hijos sufran, a que los niños en general sufran. Hace poco vi un reportaje donde hablan de los salvajes y comunes que son los raptos de bebés y niños para comercio sexual, y eso lo encuentro escalofriante. Entonces, el miedo a la muerte pasa a un plano inferior, porque más allá si no hay carne no hay dolor, creo que la vida es peor que la muerte, porque :cómo ser feliz con tanto sufrimiento de seres inocentes? Para alimentarnos debemos matar animales, muchos día a día son sacrificados, torturados en vida para ser alimento… Eso me parece incomprensible, un sinsentido absoluto.
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Que hermoso comentario.
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