Tal vez el origen de esta expresión se refiera a aquellas personas que consiguieron hacer fortuna más allá de sus fronteras. Individuos necesariamente expansivos, optimistas incluso -en ocasiones- hasta el punto de la inconsciencia.
Al “tío rico de América” nuestro niño interior pudo percibirlo enorme, inmenso, casi como una divinidad y por tanto capaz de cualquier cosa. ¿Cómo no creer en sus promesas? Al conversar con él nos hizo creer que todo era posible porque era capaz de llevar sus exageraciones a niveles que en ocasiones rayaban en la ciencia ficción.
Sin duda somos muchos los que no tenemos ningún tío que haya vuelto a casa con una considerable fortuna, pero sí conocemos a personas que son capaces de prometer mucho y dar muy poco, porque sus promesas acaban cayendo en saco roto.
Tampoco podemos negar que viviendo en este mundo que nos bombardea a diario con noticias negativas un poco de optimismo resulte incluso positivo. Encontrar el equilibrio, el sabio punto medio, será la clave.
Lo cierto es que todos llevamos en algún lugar de nuestro interior, en mayor o menor grado, a ese personaje expansivo (que incluso puede llegar a ser excesivo) capaz de prometer incluso la Luna llegado el caso.
¿Lo conocemos? ¿Hemos hablado ya con él? ¿En qué parte de nuestra personalidad aflora? Tal vez nosotros no seamos capaces de verlo, pero indudablemente nuestros más allegados o íntimos, sí puede que lo tengan identificado.
…
PD: Para aquellos que todavía no lo han descubierto, o no son conscientes del mismo, en la propia carta natal -herramienta de autoconocimiento de enorme valor – la posición de Júpiter (por signo, casa, aspectos, etc.) puede ofrecer indicaciones bastante certeras. Lo interesante de la herramienta es que además nos permitirá identificar a todos los personajes que llevamos en nuestro interior y la forma en la que interactúan entre ellos. Y si me preguntaran por un especialista en este arte recomendaría sin dudarlo a Juan Trigo, maestro y amigo.
