Alejandro Jodorowsky: «los nombres con que nos bautizan pueden convertirse en jaulas»

Alejandro Jodorowsky: «los nombres con que nos bautizan pueden convertirse en jaulas»

Angela consulta:

Querido Jodorowsky, esa idea de la exaltación de los nombres es genial. También la psicomagia. Yo, de niña, me inventaba ritos místicos, conjuraba “desgracias”, preveía el futuro y confeccionaba filtros mágicos. Hoy, tras quemar etapas, trabajo precariamente en el campo de la investigación. Estoy insatisfecha, y tengo poca voluntad. Sin embargo, en el trabajo busco y trabajosamente consigo inventarme estímulos para sobrevivir, lo que, por otra parte, no es difícil considerando la dejadez e indiferencia generales. El agujero negro son los sentimientos: me meto en historias improbables sin ningún futuro, y periódicamente me dejan plantada. Pero cuando se me presenta la estabilidad, me escapo. Me consumo y me abraso, pero no consigo enamorarme: vida frenética, líos en la familia o ¿poco amor por mí misma? Quisiera poder describir mi estado con el verso de esa canción que dice: “y todo me parecía marchar bien, entre mí, mis palabras y mi alma…”Me encantaría recibir una respuesta tuya, un rito, pero que no sea complicado ¿eh? … ¡Gracias!

Alejandro Jodorowsky responde:

Querida Angela, los nombres con que nos bautizan, pueden convertirse en jaulas: ellos contienen normas de vida que se nos imponen obligándonos a vivir, no siendo lo que esencialmente somos, sino lo que la etiqueta que llevamos pegada en el alma nos impone. A ti te pusieron Angela. Un ángel es un ser puramente espiritual, desencarnado. Tú no te puedes encarnar. Cuando niña, viviendo en la inocencia, te encontrabas bien. Al convertirte en adulta, no te pudiste integrar a la realidad material. Por eso emprendiste trabajar en el campo de la investigación. Investigas lo que es la vida material, vida que no le corresponde a un ángel. Y también por eso estás insatisfecha y tienes poca voluntad. Al ponerte ese nombre, tus padres te enseñaron que eras un ser que no pertenecía al sucio mundo humano. Buscas estímulos para sobrevivir, porque te enseñaron que la vida de los adultos no es la verdadera vida. Tus sentimientos -prohibidos por humanos- caen en un agujero negro, no te entregas, no satisfaces a tus amantes y ellos te dejan plantada. No son místicos, no encuentran placer fornicando a un ángel. Te consumes y te abrasas, pero no consigues enamorarte: tu familia te lo prohibe. Por eso cuando se te presenta la posibilidad de amar y ser amada, te escapas. Tienes que ser un espíritu puro… Te aconsejo este acto: Disfrázate de ángel, -bata blanca, dos grandes alas, melena de rizos rubios, falsa aureola-. Así vestida, colócate de pie junto a la puerta de una catedral o iglesia importante, bendices a todos lo que entran en el edificio sagrado y les regala una bolita de vidrio murmurando: «La vida es bella»… Después de hacer esto empaqueta el traje, las alas y la aureola del ángel y con el número de globos inflados de helio que sean necesarios, envía este paquete hacia el cielo. Después cámbiate de nombre y, durante siete días seguidos, cada mañana, al despertarte, hunde tu cabeza en un balde lleno de agua. Mantente sumergida hasta que sientas que vas a morir ahogada. Luego sacas la cabeza, respiras hondo y vuelves a repetir lo mismo dos veces más. Esto te enseñará a amar el día que te es regalado. Si amas el día, amas a todos los que habitan en él, te amas a ti misma.

El arte de sanar