¿Quién cuida a nuestros hijos mientras trabajamos? 5 condiciones básicas de un cuidador (Daniel Siegel)

¿Quién cuida a nuestros hijos mientras trabajamos? 5 condiciones básicas de un cuidador (Daniel Siegel)

Daniel Siegel: Para el niño, los padres son, por lo general, las principales figuras del apego. Por múltiples razones, en muchas familias es posible que haya una menor presencia de los padres durante las horas de trabajo. Esa situación exige que respondamos a las necesidades básicas del niño pequeño, de manera que tenga la oportunidad de apegarse firmemente a adultos atentos, serenos y reflexivos, además de sus padres. Comprender las necesidades individuales del niño y su manera de comunicar, gozar con él y ser capaces de tranquilizarlo cuando está angustiado, son las características fundamentales de una relación positiva del niño con la figura del apego. He aquí, a continuación, cinco condiciones básicas para que las personas que cuidan de los niños puedan fomentar en ellos un sólido apego.

1. Colaboración. Las relaciones sólidas se fundan en una posible comunicación en colaboración. La reacción con la mirada, la expresión del rostro, el tono de la voz y los movimientos corporales son aspectos fundamentales de esta comunicación con señales no verbales, que crea un vínculo entre dos mentes en un nivel básico de emociones «primarias». Estas últimas se pueden considerar como «música mental» y, por tanto, la transmisión de esas señales no verbales, la comunicación de los estados primarios de la mente entre dos personas, produce una conexión en resonancia que lleva un sentido de vitalidad naciente. Cada persona puede llegar a «sentirse sentida» por el otro. Algunos adultos pueden incluso encontrar esas experiencias de comunicación estimulantes y fáciles de establecer; otros las pueden considerar desagradables y extrañas, y no ser capaces de participar en esa íntima experiencia de «conexión». Los niños necesitan esas experiencias de unión porque les proporcionan el alimento emocional que requiere la mente en desarrollo. Las relaciones de «conexión», y que permiten la colaboración, parecen proporcionar a los niños esa inmensa cercanía interpersonal que sirve para el desarrollo de muchos campos, incluso de las funciones sociales, emocionales y cognoscitivas.

2. Diálogo reflexivo. Las relaciones de apego sólidas entre dos personas pueden incluir la manifestación verbal de un punto focal en la experiencia interior de ambas. Las figuras del apego reconocen las señales que envía el niño e intentan captarlas en sus propias mentes, para comunicar luego con el niño, de manera que se establezca un «significado», para el niño, en el diálogo con la persona que cuida de él. La experiencia interior, o «estado mental», puede incluir emociones, percepciones, pensamientos, intenciones, recuerdos, ideas, creencias y actitudes. Concentrándose directamente en estos aspectos de la vida mental, el adulto puede comprender que la experiencia subjetiva es importante, y que es posible comunicarla y compartirla. De este modo, la «mente» misma se vuelve un punto focal central de comunicación entre dos mentes. Ese proceso de dar un significado, junto con la comunicación recíproca en colaboración, permite que el niño desarrolle la «visión mental», la capacidad de la mente de crear la representación de la mente de los otros y de la propia mente.

3. Reparación. Cuando esa comunicación armoniosa se interrumpe, cosa que será inevitable, la reparación de la ruptura puede ser importante para restablecer la conexión entre las dos personas. La reparación es saludable porque ayuda a enseñar al niño que la vida está llena de momentos ineludibles de malentendidos y de conexiones no logradas, posibles de identificar para volver a crear la conexión. La arrogancia de un adulto puede a veces inhibir la reparación y dejar al niño aislado, en lo que se podría definir un estado de vergonzosa desconexión. Una desconexión prolongada, especialmente si va acompañada de hostilidades y humillaciones, puede tener efectos negativos graves para el desarrollo de los sentidos del yo en el niño. La reparación de las inevitables desconexiones de una comunicación armoniosa puede realizarse naturalmente si los padres y demás figuras del apego prestan al niño una atención sólida, previsible, reflexiva y llena de cuidados.

4. Narración coherente. La conexión entre pasado, presente y futuro es uno de los procesos centrales de la mente en la creación de la forma autobiográfica de conciencia del yo. Los adultos pueden enseñar a los niños qué es. el mundo del yo y el de los otros, construyendo con ellos historias de acontecimientos de la vida centradas en las actividades y en la vida mental de los protagonistas. Haciendo esto, el adulto colabora en la construcción de la realidad del niño, y le da al mismo tiempo los instrumentos necesarios para captar el mundo interior y el mundo exterior en que vivimos todos.

5. Comunicación emocional. Las figuras del apego pueden compartir y aumentar la alegre y positiva experiencia de vivir. Esos momentos intensos de coparticipación del sentido de vitalidad son importantes para crear las bases de una actitud positiva hacia el yo y hacia los otros. Igualmente importante es la capacidad de la figura del apego, de permanecer unida al niño en momentos de emociones desagradables. Así, los estados emocionales negativos pueden ser compartidos si el adulto ayuda al niño a aplacarlos y a calmar su aflicción. Ayudar a un niño a aprender que no será abandonado emocionalmente en esos momentos, y que él mismo puede aprender a comprender y a dominar ese estado emocional doloroso, es un papel importante que debe desempeñar la figura del apego.

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